‘Huélanlo’, dijo. ‘Primero huelan, muchachos’, enfatizó. Y como queriendo anular todos los demás sentidos, cerramos los ojos y obedecimos. No pudimos descifrar las notas del vino, pero bastaron tres copones para que entonáramos, copeteáramos, trabáramos la lengua, alegráramos y sonriéramos por demás.
Febrero y marzo es época de vendimia en Uruguay y el auge del enoturismo llegó a las bodegas que abren sus puertas al visitante para que conozca más allá de sus vinos: sus viñedos. Se pueden recorrer a pie, con tractor, en bicicleta, apreciar las instalaciones, saborear degustaciones y, en algunos casos, quedarse a dormir.
Nosotros tuvimos la suerte de pasar unos días en una bodega familiar en Canelón Chico, en las afueras de Montevideo. Cuatro generaciones y un vino a granel que te invita a pasarlo bien. A doscientos metros de una ruta tranquila, de asfalto gris y marcas perfectamente amarillas, visualizamos la viña. Una bodega, dos hermanos, una ruta, dos viñedos, una tradición.
El aroma a uva fermentada se dejaba olfatear con cada brisa que pasaba. Cosechamos la vid y vimos cómo sus frutos se prensaban. Subimos al tractor y fuimos a las 15 horas -como manda la tradición- a tomar mate con la abuela Mabel. Comimos mermelada casera, pan con chicharrón -grasa de chancho frita-, pasta con salsa de morrón de la huerta, asado a la carancheada -cuando la carne se presenta cortada en una gran tabla de madera de la cual cada comensal se sirve con su tenedor- y contamos anécdotas familiares entre llantos y risas.
La bodega es pequeña, familiar y su varietal es Tannat-Merlot-Cabernet. El maridaje perfecto para todo. Con el silencio del campo y el correr de la jornada llegó la noche y trajo un millón de estrellas. Nos preguntamos por qué se veían tantas estrellas en el cielo: “Porque las cuido, muchachos”, respondió el Ri -para los amigos, el Richard para todos los demás-.
Con los pies mojados de andar por el pasto húmedo y tiritando de frío nos fuimos a dormir con el corazón lleno de emociones. Entendimos que esto era un gran regalo y supimos aceptarlo.
Texto e imágenes: Sofi Solari Adot y Mauricio Feippe, @losfeippe, familia viajera rioplatense.
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Revista Viajes y Lugares
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