Albania es un país pequeño que se abrió al mundo hace relativamente poco tiempo, después de sufrir durante cuatro décadas la férrea dictadura de Enver Hoxha, largo episodio que lo aisló del mundo y que afortunadamente ya es historia. Hoy el progreso se abre camino y los brazos de los albaneses ofrecen su abrazo al turismo para trasladarle su renovada imagen.
Tras su apertura al mundo Albania se mostró tal cual era y descubrimos costumbres y gestos sociales muy sorprendentes, como el de la existencia de las llamadas vírgenes juradas, mujeres pertenecientes a ciertas sociedades tribales del país que, de forma voluntaria o por la presión familiar, decidían convertirse en hombre para evitar verse atrapadas en un matrimonio no deseado, generalmente acordado por los mayores de la familia.
En la Albania actual la figura de la virgen jurada ha perdido todo su sentido, aunque aún quedan algunas mujeres de las que en tiempos pasados, haciendo gala de gran fuerza y voluntad, decidieron asumir una identidad masculina para que las acompañase durante toda su vida.
Iniciamos nuestro paseo por Albania y nos acercamos a Tirana, la ciudad de referencia dada su calidad de capital del país. Subimos hasta el balcón de su Torre del Reloj y echamos un vistazo a la urbe albanesa desde las alturas, descubriendo una magnífica panorámica. Sin embargo, no está aquí nuestro destino, ya que en este viaje vamos a alejarnos de la capital cerca de 130 kilómetros para llegar hasta una pequeña localidad albanesa que se ha ganado la declaración de Patrimonio de la Humanidad que otorga la UNESCO.
Con más de 2.400 años de historia, Berat es uno de los grandes orgullos de Albania. Es conocida como la ciudad museo o la ciudad de las mil ventanas, denominación que entendemos rápidamente al contemplar la bonita arquitectura de sus tres barrios antiguos, especialmente la del barrio musulmán de Mangalem con sus casas blancas de arquitectura tradicional otomana ubicadas en la ladera de una colina, encantadores edificios cuajados de ventanas que invitan a pensar que sus residentes no quieren perder de vista ni un solo detalle del exterior.
En lo alto de la colina se encuentra el barrio de Kajala. Es aquí donde se levanta el castillo de Berat, una fortaleza del siglo XIII y un área amurallada que guarda tradicionales calles empedradas y antiguas viviendas.
El tercero de los barrios históricos de la población es el de Gorica, de tradición cristiana y ubicado en la orilla opuesta del río Osum, frente a las casas llenas de ventanas de Mangalem. Un hermoso puente, construido en el siglo XVIII, es el encargado de asegurar la comunicación entre ambas zonas de la ciudad.
Berat también presume de un buen número de iglesias bizantinas situadas en el castillo y en sus alrededores, lugares de culto cargados de historia que es un placer visitar.
Por su parte, la catedral monumental de Santa María alberga un interesante museo con más de 100 iconos en exhibición.
Berat convence. Es una bella ciudad de imprescindible visita si nos encontramos en Albania. Después de callejear, la población también ofrece lugares de ocio y gastronomía en los que podemos disfrutar de la rica tradición culinaria del país. Cuando llega la noche es momento de saborear un buen café en cualquiera de las terrazas o pequeñas tabernas de la ciudad, recreándonos en la contemplación del bonito entorno y en el ir y venir tranquilo de los berateses.
Revista Viajes y Lugares
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