Por todos es sabido que Bután está considerado uno de los países más felices del mundo. De hecho, es el único que posee un Ministerio de la Felicidad, institución gubernamental desde la que se sustituyó el concepto de ‘Producto Interior Bruto’ por el de ‘Felicidad Nacional Bruta’.
Este pequeño reino del Himalaya es un lugar hospitalario que valora su cultura y sus tradiciones y que se sabe afortunado de contar con un entorno absolutamente espectacular. Más del 60% del territorio es reserva natural.
El país es conocido por sus impresionantes templos, sus monasterios y por las amables sonrisas de sus gentes. Siempre y en todo momento y circunstancia los butaneses exhiben una amplia sonrisa que nos hace sentirnos bien, nos reconforta y nos invade como un precioso gesto contagioso.
Timbu, la capital del reino y centro económico y administrativo del país, es un lugar en el que, curiosamente, no veremos ningún semáforo. De igual forma sucede en el resto del territorio. Aquí aún conservan la figura del guardia urbano como organizador del tráfico.
Pero nuestro destino no se encuentra en ninguna ciudad butanesa. Abandonamos las pequeñas urbes del país de la felicidad para acercarnos hasta el Valle de Paro. Allí, en una ubicación casi imposible y ciertamente mágica, a más de 3.000 metros de altura nos encontramos con el Monasterio de Taktsang, también conocido como Nido del Tigre.
Este lugar que casi roza el cielo es uno de los sitios religiosos más sagrados de Bután. El motivo lo encontramos en Guru Rimpoche, una de las figuras más veneradas del país y a quien se atribuye la introducción definitiva del budismo en estas tierras. Según la leyenda, Guru Rimpoche llegó a lomos de un tigre hasta este monasterio para meditar y tanto le gustó que decidió quedarse una larga temporada.
El templo, fundado en el siglo VIII, parece estar suspendido sobre un acantilado. Este emplazamiento espectacular y el fascinante paisaje que lo envuelve provocan una conmovedora sensación de unión entre la naturaleza y el misticismo del lugar. El complejo cuenta con cuatro templos, algunas cuevas y diferentes alojamientos para los monjes.
Existen lugares del mundo que son únicos en todos los sentidos. Éste es uno de ellos. Sin embargo, cabe destacar que la ascensión entraña algo de dificultad. Habremos de acometer una larga caminata con un importante desnivel. Un calzado y ropa adecuados serán fundamentales en este cometido. El premio nos llega cuando arribamos al monasterio y descubrimos un ambiente mágico, casi irreal, en el que vemos a monjes sonrientes enfrascados en sus rezos. El interior de este fascinante edificio no se puede filmar ni fotografiar, por lo que cabe la posibilidad de que debamos dejar nuestras cámaras antes de acceder a él.
Revista Viajes y Lugares
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