Sinaia es una bonita población que se encuentra en el área de los Montes Cárpatos, a unos 120 kilómetros de Bucarest, la capital de Rumanía. Recibe su nombre del cercano monasterio que se ubica en el lugar, llamado así por el Monte Sinaí. Esta pequeña ciudad, rodeada de altas montañas, es un destino que invita a practicar deportes de invierno, a degustar exquisita gastronomía y a dejarnos mecer por la tranquilidad.
Hasta esta localidad rumana hemos de dirigir nuestros pasos si queremos disfrutar de la visita a uno de los castillos más bonitos del país y de los más bellos de Europa. El Castillo de Peles, nuestro destino, nos recuerda por su imagen a los palacios de los cuentos clásicos. Esta impresionante construcción fue mandada construir en el siglo XIX por el rey Carlos I de Rumanía.
En un momento histórico en el que las edificaciones de carácter defensivo ya no eran necesarias, el monarca ordenó edificarlo con el fin de poder disfrutar de una opulenta residencia de vacaciones y con el objetivo de impactar al resto de Europa, por lo que no escatimó en detalles y ornamentos. Además, dotó al entorno de todo tipo de elementos decorativos: pequeños bosques, jardines, fuentes, estatuas…
Carlos I de Rumanía no pensaba recrearse en minucias a la hora de sentirse como en casa en su nueva morada de verano. En Peles todo está hecho a lo grande. A un aspecto exterior espectacular se suma un interior al que no le falta ni un detalle: más de 160 lujosas habitaciones, más de 30 baños, 7 terrazas, bibliotecas, suntuosos salones con diferentes usos, pasadizos, muebles y decoración de diferentes culturas, y todo tipo de cosas imaginables. En la construcción del castillo participaron cientos de personas de múltiples nacionalidades: albañiles, carpinteros, ingenieros, escultores… venidos de diferentes países del mundo.
En una de las salas del castillo puede contemplarse una de las mayores colecciones de arte pictórico y armas del Viejo Continente. Otra de las estancias es un pequeño teatro con una capacidad para más de 50 espectadores. En este lugar, según se cuenta, se proyectó la primera película que pudo verse en Rumanía. Corría la primera década del siglo XX.
Pero una de las características que más llaman la atención en esta fascinante construcción palaciega es el hecho de ser el primer castillo de Europa con corriente eléctrica. Para ello se creó una pequeña central hidroeléctrica junto al río Prahova.
La antigua residencia de verano de la familia real rumana es actualmente un monumento turístico y uno de los museos más importantes y visitados de Europa.
Revista Viajes y Lugares
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