Viajero y deportista, el valenciano Juan Dual lo tuvo claro desde el primer instante: nada le iba a impedir cumplir sus sueños y ser un altavoz para crear conciencia sobre el cáncer.
En el camino de la vida ha ido perdiendo algunos órganos (no tiene colon, ni recto, ni estómago, ni vesícula biliar), pero nunca perdió la sonrisa, la voluntad y el ímpetu poderoso que le anima a comerse el mundo todos los días. Todo lo contrario. Tras mantener un pulso con la enfermedad y ganarlo, decidió lanzarse a una auténtica aventura vital sobre dos ruedas. Juan se montó en su bicicleta y recorrió casi siete mil kilómetros de territorio latinoamericano durante algo más de un año. Sus pedaleos le llevaron a países como Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.
En la actualidad, Juan Dual se ha centrado en la práctica del deporte y en ofrecer sus experiencias a través de charlas que inyectan unas buenas dosis de ánimo a los asistentes. Su gran objetivo es que nadie se sienta limitado para lograr conseguir sus sueños.
¿Cómo estás, Juan? ¿En qué punto vital te encuentras en este momento?
Feliz y a puntito de emprender un nuevo viaje hacia las montañas, esta vez para correr en la Serranía de Ronda. Es la Carrera Por Montaña de Alpandeire, una excusa preciosa para juntarnos unos cuantos locos por la montaña que tenemos ganas de compartir recuerdos y vivencias. Uno de los grandes alicientes de todo esto es compartir lo que nos apasiona. Lo cierto es que sigo sin parar de hacer cosas y embarcarme en proyectos.
Según tus propias palabras “no tener algunos órganos no hace que te sientas limitado”. Lo que a priori para otros puede ser una gran rémora, en tu caso parece que ha sido el auténtico motor que da impulso a tu vida. ¿Cómo lo consigues?
¿La verdad? No lo sé. No tengo tiempo de plantearme la existencia de otras opciones que no sean las de ser feliz y seguir adelante con todo, sea lo que sea lo que espere detrás de cada experiencia por vivir. Estoy vivo y lo más importante es que me siento muy vivo, por lo que trato de deshacerme de cualquier mínima excusa que pueda surgir y me lanzo a vivir todo tipo de aventuras.
¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde tu aventura por Latinoamérica y cómo guardas en tu memoria aquella gran experiencia?
Desde que regresé hasta hoy, algo más de un año, pero como en este tiempo he regresado dos veces a la Patagonia, no sé si he terminado de volver o no. Y además, tengo muy en mente ir hacia allí en un relativo corto espacio de tiempo. Latinoamérica, sus paisajes, culturas y gentes son algo que viaja contigo por el resto de tu vida en este tipo de viaje en el que me embarqué, de esos en los que vas despacio y conectando con personas de diferentes lugares y etnias. No fue uno de esos viajes en los que te ponen una pulsera, vas con guía y te mueves con prisas. Compartí muchos momentos de mi vida con las personas que me iba encontrando en cada lugar, lo que me ha llevado a incluir en mi vocabulario palabras y términos de diferentes países.
¿Qué te animó a realizar esa aventura en solitario y sobre una bicicleta? ¿Fue un viaje muy planeado o improvisaste todo el tiempo?
¿Sabes ese momento en el que de repente empiezan a salir las cosas sobre la marcha como si fuera una especie de broma y de repente te encuentras en medio de un follón que ya no puedes dejar atrás? Pues así sucedió. Fue como un reto personal al que no podía renunciar: recorrer todo un continente a pedales y concienciando contra el cáncer. A diario mi vida es una sucesión de improvisaciones. Siempre tengo la mochila en la espalda y preparada para terminar en cualquier lugar del mundo.
La bicicleta me iba a permitir poder recorrer grandes distancias y ahorrar increíblemente en costes, a la par que supondría un reto físico tremendo que iba a llamar mucho la atención, con lo que mucha gente iba a sentirse motivada por mi actividad, cuestión que a mí motivaba incluso más. Todo esto era como una especie de círculo vicioso precioso al que no te puedes resistir.
¿Nunca temiste que tus especiales condiciones físicas resultaran un obstáculo?
La verdad es que no. Cada día me calzo las zapatillas y salgo a la calle. Sé que mis condiciones son bastante diferentes a las de los demás deportistas, en especial porque mi estructura digestiva puede crearme dificultades con la nutrición. Como sé que ello puede ser algo que me dificulte el correr o entrenar, directamente me planto por delante de esa posible dificultad y corro en carrera o entrenando y me lanzo a toda preparación física que pueda facilitarme el competir o divertirme sin preocuparme de que algo me pueda suceder.
¿Por qué viajaste solo y no en compañía? ¿Fue una elección o es que no encontraste a nadie que se apuntara a una aventura tan singular?
Traté de llevar a cabo el viaje con un compañero que iba a realizar el trayecto en bicicleta conmigo para documentar el proceso, a pesar de que mi decisión primera era la de hacerlo todo en solitario para experimentar un crecimiento diferente al resto de mis experiencias vitales en las que siempre había estado rodeado de muy buenos amigos.
Empezamos el viaje juntos, pero a los pocos meses nuestros caminos se separaron, cosa que a día de hoy agradezco profundamente puesto que me ha permitido conectar mucho conmigo mismo y con toda la gente con la que me he ido encontrando en el camino. De todas formas, ¡siempre es muy complicado que alguien pueda o se quiera apuntar a una aventura de tamaña complejidad y duración!
Además de tu amiga de dos ruedas, ¿qué más te llevaste a este gran viaje?
Conmigo venía siempre un libro electrónico con el cual ir empapándome de otras historias de aventuras y, bueno, todo tipo de relatos. Tienda de campaña, una cocinita, mucha comida, ganas de aprender de uno mismo y de toda la gente que me fuera encontrando… Las zapatillas de correr por la montaña siempre estaban ahí, esperando que las sacara a pasear para disfrutar de las increíbles montañas de los Andes. Imaginad que llevaba una casa encima, pero comprimida en cosas pequeñitas y ligeras.
Viviste muchas y diferentes situaciones, ¿cuáles recuerdas como más gratificantes?
Haber estado a más de 5000 metros de altura en Argentina, en el Abra del Acay, empujando la bicicleta. Pensad que esto es más alto que el propio Mont Blanc en los Alpes. Recorrer los Andes desde su nacimiento en Colombia hasta su muerte en Tierra del Fuego, Argentina. Conocer tantas culturas, gentes, músicas… que ahora siempre vienen conmigo.
Haber podido inspirar y motivar a tanta gente a lo largo de todos los kilómetros que he ido recorriendo con la bicicleta y conocer todas esas historias vitales. Haber logrado visitar tantos hospitales e instituciones oncológicas.
Conocer parajes milenarios como Machu Picchu, Titicaca o el Salar de Uyuni, que habían formado parte de portadas de las revistas de National Geographic que leía desde bien pequeñito. ¡Creo que podría seguir enumerando cosas gratificantes hasta el infinito!
Imaginamos que también pasarías malos momentos…
Sí. Siempre hay momentos en los que no sabes qué estás haciendo en un lugar determinado en medio de la nada, literalmente. O rodeado de gente y personas que no conoces, pero que te han llevado a conectar de alguna manera contigo mismo. La verdad es que es gracias a esos instantes cuando se aprende a valorar lo grande y hermosa que es la existencia y cuánto vale la pena disfrutar del día a día y salir adelante. El sufrimiento es un increíble motor para crear herramientas que nos permiten superar situaciones difíciles y complicadas que pueden surgirnos en cualquier momento, sin avisar.
¿Qué se aprende y qué se desaprende después de un viaje de estas características?
Se aprende a vivir con lo puesto, literalmente. Con lo que puedas cargar, puedes sobrevivir. Sin más. Te das cuenta de que empezamos a torcernos como civilización en el mismo instante en el que dejamos el nomadismo y comenzamos a competir por cosas que no necesitamos. Sabemos que el vecino posee cosas y creemos que lo suyo debería poder ser nuestro.
Aprendes a fluir y a dejar que lo que tenga que suceder, suceda. Poca cosa podemos hacer para evitarlo más que estar pendientes de que no se nos lleve por delante. Descubres que no has de invertir energía en cosas que realmente no sientes y que no van a ser interesantes para el día a día.
Desaprendes todo. Desde la manera de ver el mundo al impacto que tenemos sobre él y que deberíamos cuidar mucho más. Desaprendes los apegos a infinidad de cosas que no necesitamos, pero usamos. Es un viaje que cambia la percepción de la propia existencia.
¿Cómo costeabas el día a día de tu viaje?
Estuve ahorrando una temporada larga para poder hacerlo posible. También creé un crowdfunding y con el apoyo de amigos logré dinero para equiparme e ir en unas mínimas condiciones. Por lo demás, siempre hay quien te echa una mano al ir conociendo el proyecto y lo que lo motiva. Además del dinero de familiares y amigos, también fui recaudando durante el viaje a través de la venta de postales en intercambios por las charlas motivacionales que iba impartiendo. Al fin y al cabo, es lo que sigo haciendo a día de hoy, pero en lugar de pedalear corro por las montañas.
¿Cómo te las ingeniabas para dormir, comer, completar tu aseo…?
En acampadas libres un poco escondido de la vista de la gente: personas que te reciben en sus casas al reconocerte por haberte visto en la tele o la prensa, gente con la que estás charlando en la orilla de una carretera y te invita a compartir una bonita tarde y el descanso de una cama y una ducha. Los bomberos y la Cruz Roja siempre tenían un lugar para poder pasar la noche. La verdad es que nunca dejas de hacer amigos. Te abres a las experiencias y empiezas a conocer historias de vida increíbles que jamás habrías podido conocer teniendo un día a día como el que tenía antes de todo esto.
¿Aún conservas la bicicleta de tu gran aventura? ¿Piensas lanzarte a otro nuevo viaje con ella?
La dejé atrás, en Mendoza, en casa de unos amigos que son como hermanos por todo lo que me han cuidado y por lo vivido juntos. La intención fue donarla a una fundación de ayuda en la lucha contra el cáncer infantil llamada Fundavita, así que considero que tiene una tercera vida muy bonita, ¡porque la compré de segunda mano!
La bicicleta no deja de ser un bien material y es importante saber y aprender a desprenderse de estas posesiones. No somos lo que poseemos, ya sea una bicicleta, una tienda de campaña, una casa o una tele.
A causa de un problemillacon los riñones, debido a no tener intestino grueso, tuvieron que operarme allí en Mendoza, donde se quedó la bici y donde mi aventura sobre dos ruedas llegó a su fin. Los médicos me indicaron que no era del todo sensato seguir viajando en bicicleta por el mundo. Pensad que es como una ultra maratón diaria pedalear a veces 80 o 100 kilómetros cargando con una media de 45 o 50 kilos en la bici, que es como llevar la casa a cuestas. Mis riñones se podrían haber visto realmente afectados y ya tengo suficientes piezas tocadas.
Ayudado por tus retos deportivos, en la actualidad mantienes un sólido compromiso con todos aquellos que se sienten limitados por su enfermedad. ¿Cómo les ayudas a soltar amarras y a vivir cada día intensamente?
Creo firmemente en la necesidad de recordar todos y cada uno de esos momentos realmente malos que hemos pasado cada día en nuestras vidas. A pesar de ellos y creyendo que iban a poder con nosotros, resulta que seguimos aquí dando mucha guerra. Manteniendo una familia, trabajando o corriendo. Viviendo, pura y duramente.
Si hemos ido sorteando esas situaciones, ¿cómo no abrazar este regalo que es la vida? ¿Una existencia plena? Hay tanta gente en el mundo que no sabe cómo poder gestionar esas cosas: o tienen que caminar más de 40 kilómetros para abastecerse de agua potable, o no tienen qué comer, o caminan durante días para ir al médico mientras esquivan bombas o minas que atentan contra sus vidas.
Ya que estamos en este mal llamado primer mundo, más vale que aprendamos a relativizar las cosas, a darnos cuenta de que ni somos tan importantes ni el centro del universo. Hemos de luchar por lo que vale realmente la pena, que no es ni más ni menos que la vida. Porque una vez que nos hemos dado cuenta de que todo pasa, comenzamos a vivir con mucha tranquilidad y paz e iluminando a muchas otras personas que se encontraban en la misma situación que nosotros. ¿No es eso una oportunidad increíble para conectar con tanta gente?
¿En qué proyecto o proyectos andas trabajando últimamente?
A día de hoy estamos luchando a brazo partido para conseguir los fondos para ascender el Mont Blanc en julio y recaudar ayuda para una fundación de lucha contra el cáncer infantil llamada Esperanza y Sonrisa. También trabajo con un gran amigo preparando una expedición de pura exploración en uno de los campos de hielo de Chile, en la Isla de Hoste. Eso será para el mes de noviembre y con la intención de realizar trabajos de cartografía, producir material audiovisual y hacer llegar a mucha gente las maravillas que aún quedan por explorar en nuestro planeta, a pesar de que en pleno siglo XXI pensamos que está todo hecho o descubierto.
Sigo corriendo y disfrutando de la montaña como un niño pequeño. De hecho, el mes de agosto lo pasaré en Colombia con un proyecto llamado @EstoyVivoCol que abraza una travesía llamada Sin Tripas Corazón, en la cual, corriendo a más de 4000 metros durante unos días, escalando y pedaleando, trataremos de inspirar y motivar a ese precioso país que pisé hace un par de años y me dejó encantado con sus gentes.
En territorio nacional tengo marcado con un cariño muy especial Ultra Trail Gran Vuelta Valle del Genal, en Málaga, donde competiremos con un equipo muy especial en la modalidad de relevos. Más de 130 kilómetros por una serranía que enamora y con una organización a la que adoro. Y para cerrar el año, regresar a la Patagonia, a Tierra del Fuego para correr Ultra Trail Dientes de Navarino, donde cien personas tendremos la oportunidad de disfrutar de la primera edición de la carrera de trail más al sur del planeta, ¡en un terreno totalmente salvaje y por descubrir!
También quiero centrarme en escribir mi libro. Por otra parte, voy plasmando todas mis aventuras a través de imágenes en Instagram. Como veis, sigo a tope y sin parar un solo instante. ¡Ya tendremos tiempo para descansar cuando estemos en el cajón!
Revista Viajes y Lugares
Escribe tu comentario