Una pintura a color de Buenos Aires; sus letras, su pasión, su arte…

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Desde que vi a Buenos Aires por primera vez, hace más de 15 años, me ha parecido como una funámbula sin red. Eternamente parece sostenerse al borde de la caída. Y siempre se reinventa, para sorprenderte y maravillarte…

Dijo Discépolo que el “tango es un pensamiento triste que se baila”. Borges prefiere concebirlo como un sentimiento. Y yo lo comparto. Y así es Buenos Aires. Un Baile autóctono, pero multiétnico, lleno de influencias, y del encuentro de culturas, de misterio, de sensualidad, y de pasión. Un poema bailado, cuya tinta corre en silencio por las venas de sus calles.

Una de las mejores formas de conocer cualquier ciudad es a través de sus cafés, sus tertulias, y por supuesto su gente; perderse entre sus avenidas, y sentir sus preocupaciones y su pasión. Buenos aires es una ciudad que late, que se trasforma, pero que no pierde su naturaleza. Por qué la regeneración, la creación, es parte de su esencia.

Florida y Boedo

En los años 20 el mundo cultural de la ciudad, al menos el literario, estaba dividido en los grupos de Boedo y Florida. Pero más que estar enfrentados se complementaban. Algunos de sus miembros formaban parte de uno u otro grupo indistintamente. Como por ejemplo uno de los juguetes rabiosos de Buenos Aires, Roberto Arlt. Por un lado, la preocupación social del grupo de Boedo, abanderado por un autor que nunca he conseguido entender porque ha sido desterrado de las editoriales, como Leónidas Barletta. Fundador del teatro del pueblo en 1930, pionero del teatro independiente porteño. Aprovecho, ahora que va ser a finales de abril la feria del Libro de Buenos Aires, para pedir que algún editor rescate a Barletta.

La otra cara de una misma realidad, el refinamiento por la estética y la experimentación estilística de Florida. Entre sus miembros destacan Borges, Oliverio Girondo, el hombre que a una mujer puede perdonarle todo menos que no sepa volar, Leopoldo Marechal-El AdánBuenosayres– etc. El grupo giraba también en torno a la creación de la revista Martín Fierro. Fue el propio Girondo el que redactó el Manifiesto de la revista:

Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca… Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo.

Eso es también Buenos aires, un guiño al Martín Fierro, al canto, al rebelde, al valiente, al temperamento, a la tierra, a la libertad, a la tradición, al gaucho, desde lo nuevo, desde la reinvención constante.

Esa cultura gaucha, tan propia de las grandes llanuras Argentinas se rescata los domingos y festivos en la Feria de las Artesanías y Tradiciones Populares Argentinas, en la Feria de Mataderos.

Y esa impronta, no oficial, de los grupos de Boedo y Florida ha quedado marcada, en cierto modo, en la ciudad. En las zonas más castizas en torno a Boedo, y más señoriales y palaciegas alrededor de Florida, algo de lo que se les acusaba habitualmente.

Uno de los innumerables murales de Buenos Aires. / Foto: Grafittimundo.
Uno de los innumerables murales de Buenos Aires. / Foto: Grafittimundo.

En torno a Florida

La calle Florida forma con Lavalle el eje peatonal más importante de la ciudad. A su alrededor se levanta lo que se ha venido a llamar microcentro, por ser el centro financiero, de negocios y burocrático administrativo . Enclavado entre los Barrios de Monserrat y San Nicolás.

En la esquina de la mítica calle Florida con Tucumán tenía la redacción la revista Martín Fierro. A una cuadra, prefiero este término porque es mucho más exacto que manzana, y más en Buenos aires donde son casi perfectas, se ubica hoy el Centro Cultural Borges. Todo un referente cultural. Pero En una ciudad que rezuma talento, arte, cultura y creatividad es difícil escoger sin dejar muchos otros fuera. Sin embargo, algunos de los máximos exponentes culturales de esta parte de la ciudad que considero fundamentales son EL Teatro San Martín, el pequeño cine Gaumont, un clásico frente al Congreso de la Nación y el Centro Cultural Recoleta, junto al cementerio del mismo nombre. Un símbolo de la ciudad.

Alrededor de esta zona se encuentran algunos de sus café más emblemáticos como el Bostón city, el Claridge, le Caravelle o el mítico café Tortoni de 1864, uno de los más antiguos de la ciudad, junto al café de la Biela de 1850. El café Tortoni era un punto de encuentro de los miembros del Grupo de Florida.

A un extremo de Florida La Plaza de Mayo y todo lo que ella conlleva, al otro la Plaza san Martin. El barrio de Retiro, otro de los muchos contrastes, no sin polémica, que abraza esta equilibrista, que es Buenos aires. Por un lado la villa 31, por otro las casas señoriales de la zona de Barrio norte y Recoleta que encuentran su máxima expresión en la Avenida Alvear, llena de palacetes, como el Palacio Ortiz Basualdo, hoy embajada de Francia, el Palacio Pereda Girado, embajada de Brasil o el Palacio Duhau, actualmente reconvertido en hotel.

El verdadero centro de Buenos Aires

Pero el verdadero centro de Buenos Aires se encuentra a unos 5 km de allí, en el barrio de Caballito. Concretamente en la Avenida de Avellaneda 1023, entre los parques Rivadavia, un icono en la feria de libros usados, y parque Centenario. Un Barrio tradicional que todavía los fines de semana rescata al tranvía de su total desaparición y lo pone en funcionamiento por un recorrido de 20 calles.

Caballito se ha convertido en la última década en uno de los muchos referentes gastronómicos de la ciudad. A lo largo de la calle Pedro Goyena, entre la Avenida de la Plata y Púan, se concentran y se han abierto multitud restaurantes multiétnicos, mexicanos, japoneses, parrillas, españoles, italianos, etc, pero también existen algunos tradicionales que son un emblema del barrio, como Pucara o los Portugueses, regido por tres generaciones familiares desde 1933. Todo esto junto al Mercado del Progreso, un mercado centenario que conserva su uso original, presenta a Caballito como una nueva y buena alternativa a zonas gastronómicas habituales como Villacrespo, Palermo o la más elitista Puerto Madero.

Adyacente a Caballito está Boedo. Un referente, como ya hemos dicho del Grupo homónimo, y de los movimientos Socialistas. La Avenida Boedo es el eje principal del Barrio y ha sido nombrado por el Gobierno de la Ciudad como “paseo del tango”. En una de sus esquinas más famosas, Boedo con San Juan, se encuentra el café La Esquina Homero Manzi, todo un clásico porteño. A pocos metros está el café Margot, otro de esos café referentes y con entidad que llenan la ciudad.

Boedo fue un barrio Pionero en la creación de teatros alternativos. En la actualidad es, probablemente, junto a Almagro y la zona de Abasto un punto fundamental en este tipo de salas de interpretación que abundan por toda la ciudad. En estos barrios típicamente porteños se levantan más de 40 salas de artes escénicas, como la sala Boedo XXI, el Kafka, el teatro Beckett, etc. Una mención especial merece el Teatro Ciego y su fachada en Abastos.

En Abasto, entre los barrios de Balvanera y Almagro, se crio Gardel. En la calle Jean Jaures 735, se encuentra el Museo casa Carlos Gardel. Algunos de los bares o cafés más tradicionales de esta zona son El café de los Angelitos, el Banderín, o la Academia.

Apenas a unos pasos de la Casa Museo de Carlos Gardel, en el 730 de la misma calle y haciendo esquina con el teatro ciego se expone un ejemplo de uno de los máximos baluartes artísticos de la ciudad. El Fileteado Porteño. Una técnica particular, típica de Buenos Aires, que a finales del siglo XIX se usaba como motivos decorativos en vehículos de tracción animal, y pasó a convertirse en un referente del diseño para adornar todo tipo de carteles, o vehículos ya más avanzados, como autobuses. La técnica peculiar consiste en una serie de líneas en forma de espiral, y colores fuertes, el uso de la simetría, y efectos tridimensionales. Todas estas particularidades le han hecho ser un símbolo del diseño tradicional de la ciudad y le ha valido el reconocimiento, por parte de la Unesco, de Bien inmaterial de la Humanidad.

El Arte urbano

Las paredes de las ciudades han sido, usualmente, una página en blanco para escribir alegatos enteros de protesta en momentos de dificultad. Eso se acentúo en Buenos Aires en el 2001, en los momentos del corralito.

Desde entonces, muchos artistas, nacionales e internacionales, han utilizado sus paredes para crear verdaderas expresiones artísticas que han pasado a formar parte de la identidad de la ciudad. Muchas veces, sin saberlo, se recupera en estos actos el espíritu de Leónidas Barletta al crear el teatro del Pueblo. La idea que con sus propias palabras de “llevar a las masas el arte general, con el objeto de propender a la salvación espiritual de nuestro pueblo”.

En el año 2009 el Gobierno de la Ciudad estableció que no estaba prohibido ejercer esta actividad siempre y cuando hubiese permiso del propietario. Suprimidas las trabas burocráticas administrativas, Buenos Aires se ha convertido en un verdadero referente Mundial del arte Urbano. Murales que ocupan edificios enteros, llenan muchos de los Barrios de la ciudad. Y convierten a Buenos Aires en una expresión viva, activa, en un museo urbano, que revaloriza muchos de sus barrios, y sus edificios.

Esto ha relanzado muchos barrios, como Barracas, que alberga desde 2002 el Centro Nacional de Diseño, y muchos de los murales más importantes de los que estoy hablando, entre ellos El regreso de Quinquela, un mural de 2000 metros cuadrados que tiene el honor de ser el más grande del Mundo pintado por una sola persona. Se trata de un antiguo barrio de fábricas abandonadas a partir de os años 80 y que ha ido reformulándose a un barrio innovador y centro del diseño de Buenos Aires, lo que valió que en 2005 la ciudad fuera reconocida por la Unesco como ciudad del diseño.

Así son muchos de los barrios de Capital Federal que han transformado su aspecto, adaptándose a los nuevos tiempos y volviéndose una referencia mundial. Coghlan, Colegiales, Villacrespo, Barracas o Palermo albergan algunos de los principales puntos coloridos de esta nueva expresión en la que se está convirtiendo la Ciudad de Buenos Aires. Un inmenso museo al aire libre y una ventana para conocer sus calles, su arquitectura, sus denuncias sociales….Un verdadero sello de identidad de la ciudad. Esto ha hecho que hayan proliferado las compañías que organizan tours mostrando estas obras urbanas.

Este es un pequeño retrato, un paseo, una mirada sobre Buenos Aires. Una ciudad tan extensa como mágica.

Otro día, si quieren, hablaré del Buenos Aires nocturno, de sus bares, que muchos son diurnos, de sus mercados, plazas o parques, de sus museos, o de sus monumentos. Ni siquiera he mencionado el Obelisco, ni a Mafalda, ni el Mercado de las Pulgas, ni el Paseo del Humor, Ni San Telmo, ni Corrientes, ni La Boca, ni el Tango electrónico, ni a Piazzolla, ni Belgrano, ni Chacarita, , ni los bosques de Palermo, ni el rosedal, ni los puestos de choripanes que nunca duermen, ni costanera, ni las pizzas o los asados, ni la feria de la Salada, ni siquiera he hablado apenas de Palermo…Y aún hay quien dice que con tres días basta para conocerla.

Si quieren, otro día, miraremos a esta trapecista de la vida desde otros ángulos, desde otras de sus múltiples piruetas.

Pero hoy quiero pintar este retrato, con estos colores y estas palabras.

Deseo también mirar la Buenos Aires llena de puestos de libros y librerías. Ahora que se va a celebrar la Feria del Libro De Buenos Aires del 27 de abril al 15 de Mayo en la sala de exposiciones La Rural, junto a Plaza Italia, quiero ver al Buenos Aires de mirada ciega y clarividente del mundo de los ciegos de Sábato, al de la proyección etérea de Bioy Casares, del perfeccionamiento estético y vanguardista de Borges, de la magia de Cortázar, del idealismo y locura abrazados de los 7 locos que aún aspiran a cambiar el mundo, incluso del dolor de Alejandra Pizarnik… A quien por cierto, valga como anécdota, La Ciudad de Buenos Aires ha colocado una placa conmemorativa en Montevideo 980, donde sufrió sus últimos años.

Buenos Aires no es una ciudad cualquiera. Y no necesita apodarse la París de América, tiene identidad suficiente para ser ella misma. Espero haber sabido retratarla como merece, y con el mismo encanto que ella me ha tratado siempre. Porque Buenos Aires es, ante todo, sentimiento, pasión, encuentro; es ese mate que se comparte, ese abrazo imposible entre un seguidor de Boca y River viendo a la Albiceleste, ese eterno deseo de ser, mientras ya se está siendo, esa palabra que se dibuja sobre el silencio, o esa poesía que se escribe sin letras. Buenos Aires es un tango eterno, que se baila aún sin música, aunque el bandoneón de Aníbal Troílo, el Pichuco, lleve años sin sonar. Es esa música que abre sus brazos y reúne en su compás lo diferente. Porque Buenos Aires no es Boedo o Florida. Es siempre Y. Una Y enorme, como la de Adán Buenoayres, que no deja de sumar, de crear, de reinventarse, de descubrirse. Buenos Aires es simplemente Buenos Aires, y bien merece la pena perderse en ella, para intentar comprenderla, sentirla y bailarla…

Galería de Daniel Laseca

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